Opinión
[OPINIÓN] La religión y el programa de gobierno de Apruebo Dignidad
Boris Briones Soto
Doctor en Historia, Antropología y Religiones
Militante de Revolución Democrática
En Chile no existe un Estado laico, en la práctica solo hay separación Iglesia–Estado, la que proviene de la Constitución de 1925 y que se inicia históricamente con la Cuestión del Sacristán en 1856, momento en que la justicia eclesiástica se enfrentó con la justicia civil.
En nuestro país la religión se regula por una parte en la Constitución, en su artículo 19, numeral 6 se indica como garantía: “La libertad de conciencia, la manifestación de todas las creencias y el ejercicio libre de todos los cultos que no se opongan a la moral, a las buenas costumbres o al orden público. Las confesiones religiosas podrán erigir y conservar templos y sus dependencias bajo las condiciones de seguridad e higiene fijadas por las leyes y ordenanzas”.
También existe la Ley 19.638 donde se garantiza la libertad de culto en los términos constitucionales referidos, se habla de que nadie puede ser discriminado por sus creencias y el Estado garantiza desarrollar libremente las actividades religiosas.
La entidad gubernamental encargada de representar al Estado frente a las distintas religiones es la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos (ONAR), que fue creada por la expresidenta Michelle Bachelet en el 2007 y ha sido un referente nacional e internacional de políticas públicas de diálogo interreligioso.
En el ámbito internacional, el artículo 18 de la Declaración Universal de los Derechos Humanos protege a los creyentes teístas, no teístas y ateos, así como a aquellos que no profesan ninguna religión o creencia. Hay que ser claros en que la religión en la época contemporánea ha luchado por diversos avances sociales y de derechos en el mundo, por ejemplo, el hinduismo ligado a la lucha pacifista encabezada por Mahatma Gandhi, los movimientos protestantes que lideraron luchas contra el racismo en Estados Unidos durante el siglo XIX, los movimientos católicos de Polonia que lucharon contra el autoritarismo en el siglo XX y por supuesto en nuestro país la Vicaría de la Solidaridad, organismo católico creado por el papa Pablo VI para prestar asistencia a víctimas de la dictadura cívico–militar, encabezado por el cardenal Raúl Silva Henríquez. Sin ir más lejos, hoy en día muchas Iglesias cuentan con comedores solidarios que se han masificado con la pandemia y las desigualdades económicas, esa es una labor social que hay que seguir cuidando y apoyando, porque un sinnúmero de organizaciones religiosas ha llegado ahí donde el Estado no lo ha hecho a tiempo.
En el mundo actual, la religión debe estar separada del Estado, esto evita caer en sesgos y genera una mayor apertura del aparato estatal frente a los ciudadanos y organizaciones. Se puede hablar de políticas públicas sin importar el credo o ausencia de este. Esta separación no significa que la religión no pueda participar de la discusión pública, todo lo contrario, abre un camino para el diálogo sin condiciones previas ni amarres ligados a la confesión religiosa del presidente de turno.
El programa de Apruebo Dignidad, encabezado por Gabriel Boric, propone reformas importantes e interesantes en materia de religión. Primero, avanzar hacia un Estado laico donde la libertad de culto se pueda profundizar. Garantizar un Estado laico de carácter no confesional, es fundamental para que todas las religiones estén en igualdad de condiciones y no haya privilegios para unas pocas, además ayuda a prevenir el fundamentalismo religioso. Aquí se debe distinguir entre laicidad y laicismo, el primero es entendido como el respeto mutuo y colaboración entre las religiones y el Estado, el segundo viene a ser una posición negativa frente a la religión. Lo correcto para evitar errores sería hablar de un Estado laico de carácter no confesional.
La Escuela de Filosofía de la Universidad de Costa Rica ha señalado que: “La laicidad es un valor positivo que consiste en afirmar la unidad entre los ciudadanos y ciudadanas basándose en lo que tienen en común como miembros de una comunidad política independientemente de sus creencias religiosas o espirituales particulares”. Una nueva forma de repensar la convivencia en una sociedad democrática del siglo XXI habla de que todas las personas que habitamos una nación podemos tener pensamientos religiosos distintos y que ello no debe ser motivo de discriminación ni de burla.
El programa de Gabriel Boric también promueve que la Oficina Nacional de Asuntos Religiosos sea todavía más representativa y que pueda promover las expresiones religiosas y las espiritualidades, incluyendo por supuesto, las creencias de los pueblos originarios que son ampliamente diversas y que suelen pasar a segundo plano. En este sentido, hay un desafío importante para igualar la cancha en materia jurídica, no basta con la sola constitución de una determinada Iglesia o credo, también esta debe tener la misma igualdad que aquellas religiones que cuentan con un gran poder político y económico detrás. No puede ser que ciertas Iglesias que tienen menos recursos sean más invisibles para el Estado o que aquellas creencias que no tienen personalidad jurídica no existan en lo legal y se reduzcan a una mera expresión cultural (por ejemplo, la religión mapuche). Por esto es importante que la ONAR promueva la interacción entre la diversidad de creencias que habitan en Chile con un fuerte énfasis en pueblos originarios.
Para quienes han tratado de ridiculizar las propuestas de Gabriel Boric en materia religiosa o quienes directamente han mentido, es necesario aclarar con toda certeza que su programa en ningún momento obliga a los creyentes a convertirse en ateos, ni busca obligar a las religiones a cambiar sus textos sagrados, ni a demoler sus templos. La libertad de culto no solo se mantendrá, sino que se profundizará y se igualarán las condiciones con otras religiones que ostentan un mayor poder económico, se garantizará la no discriminación por razones de credo, religión o espiritualidad y se promoverá con firmeza el diálogo interreligioso, que es necesario para construir una cooperación constructiva entre el inmenso mundo de los creyentes y el Estado.
En una próxima entrega nos referiremos en detalle a la estrategia de ciertos sectores de derecha de manipular las palabras del libro y utilizar interpretaciones literales de textos sagrados. Hay mucho pendiente por trabajar y educar en esta materia.
Boris Briones Soto
Doctor en Historia, Antropología y Religiones
Militante de Revolución Democrática