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Opinión

CARTAS AL DIRECTOR: ¿Cómo les digo?

¿Cómo les digo?  

La pregunta se repite en la mente de los que han sido vulnerados, se hace cansino el pensamiento constante de saber cómo hablar, mencionar siquiera que algo sucede y el exterior no ayuda, genera miedos, inseguridades… Las amenazas existen, pero también existe la posibilidad de no ser escuchado, cuestionado, juzgado y castigado socialmente por creer que miente.  


Estimado director:   

¿Cómo hablar de algo así? Es lo primero que se cruza por la mente de aquellos que han sido agredidos de alguna manera, sobre todo de índole sexual. ¿Cómo tocar el tema sin sentirse expuesto, vulnerable y señalado? Es complejo, la sociedad cuestiona, analiza e indaga en ocasiones sin tacto alguno; pregunta incansablemente cómo fue, cuándo pasó, quién lo hizo, dónde fue… ¿Y quién pregunta el estado personal de quien sufrió violencia? Pasa a último lugar, las dudas se siembran y posiblemente todo termine en un no es posible, que ese que es victimario pasa a ser víctima. Si pasó en la calle, la culpa es de cómo vestía, si pasó en el hogar, es que le provocabas con tu andar, spasó durmiendo, es porque vestía una tenida inapropiada para dormir en la cama propia… Finalmente, son muchos los que señalan a la persona equivocada como responsable y diciendo que la culpa es de quien provocó, incitó o netamente “se lo buscó”.  

Es la gente, son los medios, es la imagen que aquellos crean por vestir, por actuar, por hablar. Todo pasa a ser un factor para considerar cuando suceden estos hechos tan repudiables, son aquellas mínimas aristas que todo aquel que sea externo a quien sufrió violencia toma para analizar que quizás fue la culpa de la propia víctima lo que sucedió. Y no, no es así, no es culpa de la víctima, es culpa de aquel que violentó, agredió, abusó e incluso, asesinó a sangre fría y sin escrúpulos.  

Socialmente aún se continúa apegada la idea de analizar a la víctima tanto como al victimario. Leemos a diario perfiles que podrían llevar a justificar un acto tan repudiable como lo es una violación, un asesinato o el abuso. Escuchamos constantemente que, “Fernanda vestía de tal forma, que María omitió información con sus amigos, que Antonia Barra estaba borracha” y así suma y sigue, se les apunta por vivir en una relación tóxica, cuando en realidad, no recibieron apoyo ni ayuda, no hubo respuesta a los llamados de auxilio, no hubo señales de protección, pero la culpa recae nuevamente en la víctima, por no salir, por vestir, por beber, por utilizar una aplicación que no advierte de riesgos pero que como sociedad deberíamos dejar de utilizar para justificar hechos tan macabros como los cometidos por Carlos Méndez, quien no ha asesinado una, sino dos veces y aun así, seguía libre, prófugo y repitiendo patrones violentos con las que decía amar, necesitar, querer.  

¿Tan difícil comprender que no hay que juzgar el tiempo que una víctima calla, sino más bien, apoyar y dar la mano cuando se requiera? No cuesta nada, el switch que hay en la sociedad debe ser modificado. Cambiar de cuestionar como jueces de un tribunal y comenzar a escuchar aquellos gritos de socorro, comenzar a proteger a quienes estén siendo víctimas, no juzgar conductas que no son impropias, sino, son parte de la vida. No apuntalar conductas tan cotidianas como un vestir, dejar de creer que cuestionando como es otro se puede llegar a entender un por qué, dado que… Simplemente no hay un motivo justificado, simplemente un agresor que, a manos de la injusticia, morbosidad y total psicopatía, actúa sin medir causas y debe ser condenado por el acto que sea. Sin condiciones, siendo severos, llegando hasta las últimas consecuencias, buscando erradicar de una vez todo tipo de acto de calidad enfermiza, psicopática y violento.  

No apuntes de frente a quien sufre, grita fuerte para que se haga justicia y al menos, amenguar un poco el dolor que genera tal acto animal.  


Daniela Adonis I.
Estudiante de periodismo UST.   

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